miércoles, 21 de abril de 2010

La luz revolucionaria Francisco Febres Cordero

La luz revolucionaria
Francisco Febres Cordero
Que callen aquellos que mienten y, mintiendo, dicen que estamos atravesando un periodo de oscuridad. ¡Falsarios! ¡Ciegos! ¡Invisionarios! ¿Oscuridad? ¿Nosotros oscuridad? Al contrario, jamás en nuestra historia hemos vivido una etapa de mayor alumbramiento, con la luz de nuestro líder que nos guía por el sendero de la revolución ciudadana.
¡Que no vea quien no quiere ver! Nosotros, enceguecidos por tanta claridad, transitamos alborozados a lo largo del siglo XXI sin dar ni siquiera un tropezón, peor un resbalón, para no hablar de una caída. La palabra de nuestro líder nos ilumina a cada paso y nos hace ver lo que antes no veíamos, reconocer las miserias lúgubres de las cuales nuestra historia está llena en todos los periodos anteriores a la revolución ciudadana, que es la que inaugura una era de tantos y tan maravillosos esplendores.
Gracias a la luz de nuestro bienamado líder podemos ver, por ejemplo, que antes de la revolución las ciudades se quedaban sin luz por culpa de la larga noche neoliberal. Pero para eso vino la revolución: para cambiar todos los vatios que estaban quemados, repotenciar las centrales térmicas que estaban sin termas y dar fuerza a las barcazas que estaban sin agua hasta que la patria, con su fulgurante resplandor, nos terminó alumbrando a todos.
¡Viva la patria alumbrada!
¡Viva la luz apatriada!
Se quejan de oscuridad aquellos que se niegan a abrir las ventanas de sus mentes para que por allí entre la luz de la palabra de quien es el único capaz de iluminar a los ecuatorianos con sus ideas flamígeras, con sus frases ígneas, con su verbo incandescente. Una palabra suya y ¡zas!, siace un destello que, como un rayo, surca el horizonte. Una palabra suya y la noche se vuelve día, el día se vuelve amanecer, el amanecer se vuelve esperanza, la esperanza se vuelve sueño y el sueño se vuelve a dormir. Pero a dormir de día. Porque en la revolución nunca llega la noche y porque, además, la revolución nunca duerme.
¡Viva el insomnio revolucionario!
¡Abajo el agua de valeriana contrarrevolucionaria y también la agua de lechuga pelucona!
Luz es lo que nos sobra en esta hora en que nos hemos preparado para enfrentar cualquier embate que atente contra nuestro destino y por eso ya tenemos seis helicópteros indios más uno caído heroicamente en cumplimiento del desfile, seis aviones Mirage un poco medio usaditos que nos fueron regalados en combate y mil millones de dólares más gastados en armas para sacar la perimbucha al que se atreva a tratar de oscurecernos y regresarnos a la etapa oscurantista en que no había luz, porque la luz que ahora nos llega es la luz del entendimiento, que es la única que sirve.
¡Viva la luz del encendimiento que hace encender los motores de los aviones y de los tanques y de las pistolas y de las granadas y de todo mismo para peliar contra la oscuridad! ¡Viva el encendimiento de los submarinos, pero sin luz para que no les vean cuando van a disparar desde en dentro del agua!
Luz. Nunca antes hubo tanta luz. La luz de nuestro líder, que no se agota, ni se apaga, ni se baja de voltaje porque nuestro líder es revolucionario y la revolución es toda claridad. Y el que diga que no ve es porque está ciego. No porque nuay luz.

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